miércoles, 25 de mayo de 2016


Estàs enfadadeta tu? 

Son unos días difíciles en los que no sé qué sentir. A ratos estoy triste, a ratos estoy aliviada, tengo momentos en los que hasta una risa se escapa de mis labios y tengo momentos en los que lloro y no hay nadie ni nada que pueda hacer que me detenga. ¿Pero enfadada? No lo sé, aunque si me pongo a pensar quizás encuentre razones para estarlo. 

Podría estar enfadada por haber crecido, por haber dejado de ser una niña ya que ahora tú no podrías darme largos baños y palmaditas en la nuca bajo el agua como siempre hacías. 
Por haber perdido aquella pequeña caja llena de fotos que yo me llevaba a todas partes. 
Por no haber estado a tu lado cuando enfermaste, dos veces, y lo superaste como una campeona. 
Por ver que te abandonaste tanto y nos abandonaste a todos, abandonaste todas tus aficiones, todo aquello que hacíamos juntas. Como cuando teníamos nuestro jardín lleno de plantas y yo me pasaba horas y horas a tu lado, viendo como las cuidabas, las regabas, cortabas las malas hierbas y las ramitas u hojas que estaban pochas. ¿Recuerdas que mi flor favorita era la del cerer o cererer? No recuerdo ni como se llamaba, pues siempre me equivocaba y tú siempre me corregías. Me dolió ver como todo ese esfuerzo fue en vano, pues las plantas murieron y con ellas tus ganas de vivir. Crecí y entonces entendí por qué estabas tan mal, por qué os habíais ido a vivir a Algaida y por qué de cada vez estabas peor. Por eso también podría estar enfadada. 
O por ver que cuando él murió, tú te hundiste mucho más y entonces la persona a la que yo admiraba desapareció. 
O porque ya no voy a poder comer más de ese pollo con salsa de vino, que solo te salía bien a ti, o una simple rebanada de pan con queso. 
O porque tú estabas mal y yo no te creía, yo te obligaba a hacer más de lo que podías. 
O porque me preocupaba tanto por ti hasta el punto en el que me enfadaba y me iba de casa. 
O porque te negabas a ir al médico y si hubieras ido, podríamos haber hecho algo, yo no me sentiría tan mal, tan inútil. 
O porque cuando te acabamos llevando al médico ya no había solución. Los doctores no encontraron cura, pero tenían una gran parte de la culpa de que tu enfermedad hubiera crecido tanto y tan rápido.
O porque estos últimos días no he estado tanto a tu lado como me hubiera gustado, porque soy muy débil y me partía el corazón verte de esta forma. Me rompía ver que te perdía y no podía hacer nada por ti. 
O porque sabía que tenías los días contados y no los aproveché como tocaba. 
O porque no fui capaz de despedirme de ti como tocaba, no pude decirte cuanto te quería, cuanto te iba a echar de menos y cuanto agradecía de que me hubieras criado tú. No pude. Y ahora tampoco podría. Verte de esa forma acabó conmigo y me dejó sin palabras durante días. 

El pensar que ahora al llegar a tu casa no vas a estar esperándome, que no te vas a preocupar por mí o que no vas a prepararme ninguna de tus deliciosas comidas, me destroza. ¿Quién va a defenderme ahora? ¿Quién va a ayudarme a hacerme los disfraces para Halloween? ¿Quién va a cuidar de mi tanto como tu lo hiciste? Nadie. 

Parte de mí ha muerto contigo y ahora me siento vacía. Hemos cambiado nuestros lugares; ahora yo estoy en el abismo en el que tú estabas y tú ahora eres libre, puedes descansar en paz, estás tranquila, seguro que feliz y bien acompañada. Y a pesar de estar enfadada, con el mundo y conmigo misma, no hubiera deseado ningún final mejor para tu historia. Rodeada de gente que te quería y te cuidaba con cariño y amor hasta el último de tus alientos. Así es como siempre te recordaremos, con cariño y amor. 


Estàs enfadadeta tu?
–Sí, abuela, ho estic.